José Francisco Serrano Oceja | 06 de noviembre de 2019
El cardenal Sarah, encargado de presentar el XXI Congreso Católicos y Vida Pública, destaca por su profunda vida de oración y un amor por la verdad que lo hace auténticamente libre.
No son pocos, en el actual momento de la Iglesia, los que se ponen nerviosos por el solo hecho de mentar el nombre del cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los sacramentos. Lo originario cristiano es la sorpresa, no la sospecha. Lo originario cristiano es el encuentro, no el estereotipo que, como decía Ludwig Wittgenstein, es una forma “primitiva de razonamiento”.
Alimentados por determinados medios –siempre interesados en la dialéctica amigo-enemigo-, sospechan quizá que el cardenal Sarah sea el líder del sector crítico en el pontificado del papa Francisco. Para saber quién es el cardenal Sarah, lo que piensa y lo que dice, y por qué dice lo que dice, la fuente más autorizada es su vida, su persona, su biografía, sus declaraciones a los medios, sus libros. En particular, esa magnífica trilogía, en diálogo con Nicolas Diat, que ha hecho las delicias de no pocos: Dios o nada, La fuerza del silencio y el recientemente publicado Se hace tarde y anochece. Todos ellos en la editorial Palabra.
Se hace tarde y anochece
Cardenal Robert Sarah, con Nicolas Diat
Palabra
432 págs.
21,50€
Leyendo su biografía, surge inmediatamente una pregunta: ¿de dónde ha salido este hombre? Nace en una aldea de Guinea, de una familia animista. Unos misioneros franceses llevan el Evangelio con toda la verdad que contiene como fuerza liberadora. Un cristiano no nace, se hace. ¿Un milagro de la misión, del anuncio del Evangelio, unido a un testimonio de vida cristiana, que seguramente estos hombres llevaron a su aldea?
Hijo único, con la dificultad añadida de lo que, en la cultura africana, suponía ser un hijo único: dejar a sus padres solos. Y encima se hace sacerdote. Un milagro es la base de su vida. Y luego, su trayectoria tan universal como católica: París, Jerusalén, Conacry, Roma. Pero si algo caracteriza al cardenal Sarah no es la misión, es la oración. Es un hombre de oración, de intimidad con Jesucristo, de verdad.
Estoy convencido de que el cardenal Robert Sarah no necesita nuestra ayuda para sacarlo de una trampa que constantemente le tienden: colocarlo en la extrema derecha de la Iglesia, como si fuese el jefe de una cordada contra el papa Francisco. Quien conoce personalmente al cardenal Sarah; quien lo ha escuchado; quien ha trabajado con él; quien le ha leído –ahí están los libros-, sabe que el cardenal no es un hombre que se coloca ni en un lado, ni en una parte, ni en un extremo de la Iglesia.
La Iglesia no es una democracia en la que una mayoría acaba haciéndose con el control de las decisiones. La Iglesia es el pueblo de los santosRobert Sarah, Se hace tarde y anochece, p. 32
Se podría decir que está antes y después, en otra dimensión, en otra frecuencia, muy distinta de las que emiten quienes se empeñan en colocar a los cardenales, obispos, sacerdotes, incluso fieles laicos, en una determinada longitud de onda. Quizá el cardenal Robert Sarah está en la galaxia del camino de la santidad en el ejercicio de su ministerio y al servicio de la verdad.
En este sentido, hay dos aspectos que están íntimamente relacionados: su amor por la verdad le hace ser auténticamente libre. Son ese amor por la verdad y esa libertad los que descolocan a no pocos. “No llamar a las cosas por su nombre añade mal al mundo”, una frase de Albert Camus que bien pudiera firmar hoy el cardenal Sarah.
Hace ya tiempo que el filósofo francés J. Guitton habló de un Silencio sobre lo esencial, también en ciertos sectores de la Iglesia. Quizá lo que no esté diciendo el cardenal Sarah es que hay que volver al discurso sobre lo esencial, que es la narrativa que puede provocar en el interlocutor la reacción de volver sobre su vida. Lo esencial sigue interpelando. Por eso, el cardenal apunta que lo que atenaza la conciencia cristiana hoy es el “miedo”, las formas de “miedo” paralizantes relacionadas con la acedia, otro de sus grandes temas.
La guinda que podemos destacar de este cardenal es una austeridad de vida que deja perplejos a quienes lo tratan. Pobreza existencial, no ideológica, sino como búsqueda constante de la intimidad con el Señor, sin perderse en lo superfluo.
¿Acaso no será esa la enseñanza de la vida del cardenal Sarah? No nos perdamos en lo superfluo en un momento de la historia en el que, como diría K. Jaspers, la persona se ha hecho, por primera vez, problemática en su integridad.
El cardenal Robert Sarah es el encargado de presentar el 7 de noviembre, a las 12 horas, el XXI Congreso Católicos y Vida Pública, organizado por la Asociación Católica de Propagandistas y la Fundación Universitaria San Pablo CEU. El acto tendrá lugar en el Aula Magna del Campus de Moncloa de la Universidad CEU San Pablo.
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